Lea el artículo original en El Espectador
Por: Felipe Morales Sierra / @elmoral_es
El expresidente, quien se posesionó en 2019 como miembro de la Comisión Global de Política de Drogas, presenta un informe en el que plantea la urgencia de quitarle la plata del negocio del narcotráfico a las mafias.
En 2009, el expresidente César Gaviria, junto a sus colegas, Henrique Cardoso, de Brasil, y Ernesto Zedillo, de México, conformaron un equipo con otras 17 personalidades para replantear la forma en que se combaten las drogas. Así nació la Comisión Global de Política de Drogas, que desde entonces ha venido publicando un informe anual sobre el tema. El año pasado se unió al equipo el expresidente Juan Manuel Santos, quien ahora integra el comité directivo, junto a la expresidenta de Suiza, Ruth Dreifuss; la exprimera ministra de Nueva Zelanda, Helen Clark; la exalta comisionada de derechos humanos, Louise Arbour, y el exmagistrado de la Corte Suprema de India, Anand Grover.
La Comisión, desde su nacimiento, ha asumido la tarea de hacerle contrapeso a la política que quiere enfrentar el problema de las drogas desde un enfoque punitivo, postura promovida por Estados Unidos y que ha sido también asumida por Naciones Unidas. El entrante comisionado Santos habló con El Espectador sobre algunos hallazgos del documento, que este año se concentra en cómo las organizaciones criminales han sido “resilientes” a la guerra contra las drogas. Defiende que la sustitución voluntaria de cultivos y un enfoque de salud pública para atender el consumo, son la única salida.
Este informe parte de que la política de prohibición de drogas fortalece a las organizaciones criminales, ¿por qué?
Leí recientemente en una biografía de Winston Churchill, el ex primer ministro británico, que cuando viajó a Estados Unidos en la época de la prohibición de licor, llegó a California y pidió un trago. Le respondieron: “Señor Churchill, eso está prohibido”. Entonces dijo: “Qué país más extraño este. Ustedes le entregan esas inmensas fortunas que se hacen de la venta de licor a las mafias. En mi país se lo entregamos al fisco”. Desde esa época, la prohibición lo que ha hecho es generarles recursos a las mafias y fortalecerlas. Las cifras de los últimos diez años nos muestran que el número de consumidores de drogas en el mundo ha subido de 208 millones a 275 millones, y el valor del negocio del narcotráfico subió de US$320.000 millones a US$625.000. En este informe nos enfocamos en la necesidad de unas políticas más efectivas para pelear contra las mafias, porque el crimen organizado tiene un carácter transnacional y transectorial.
Un ejemplo concreto: la minería. El oro ilegal de Colombia, Perú y Ecuador lo utilizan los narcotraficantes para lavar su dinero. Las mismas mafias también controlan el tráfico de armas y lo mismo con el tráfico de personas. Entonces hay que entender mejor cómo operan estas grandes organizaciones criminales para perseguirlas con más efectividad, pero lo que sucede es que no agarran a los verdaderos responsables. Agarran a mandos medios-altos o medios y, la mayoría de las veces, gente de abajo.
En algunos casos en los que se han enfocado en perseguir a los grandes responsables, ha salido mal. Por ejemplo, en México…
No es solamente ir tras las cabezas de los carteles, porque si se corta la cabeza, inmediatamente la reemplazan. Es ir, también, tras la gente que los protege: políticos, policías y jueces. Lo primero que hacen las mafias, desde siempre, es protegerse a través de la corrupción. No basta con coger al Chapo Guzmán. Hay que coger a toda su estructura. Además, el negocio del narcotráfico es uno de los muchos que las mafias internacionales controlan. Muchas veces los países no entienden eso y no actúan frente al negocio en su totalidad, sino frente a la droga. Por eso llevamos 45 años luchando contra las drogas y estamos peor que antes.
El informe sugiere reconocer que la guerra contra las drogas fracasó. ¿Para Colombia eso significaría perder millones de apoyo militar de EE. UU.?
Se ha exagerado mucho sobre la cuantía de la ayuda militar de Estados Unidos. Puede que la calidad de la ayuda sí haya servido mucho. Por ejemplo, en equipos de inteligencia, que ahora se están utilizando en contra de los periodistas. Pero la cantidad no es tanta. El punto clave es que, no solamente Colombia, Estados Unidos también tiene que entender que su lucha contra el narcotráfico ha fracasado. Mire lo que está pasando con los opioides. Es un fracaso de la lucha contra las drogas y la política punitiva. Por eso la Comisión dice que los Estados deben entender que, para ser más efectivos, hay que dejar atrás algo que es muy atractivo políticamente: la mano dura y la represión. Trae muchos aplausos, pero agrava el problema, lo vuelve más violento y perjudicial, por todos los efectos colaterales. Si le pregunto a usted: ¿en qué sitios esta concentrado el problema de la pandemia en Colombia?
En las cárceles.
Y usted va a las cárceles y, ¿qué porcentaje de esos presos están ahí por delitos relacionados con narcotráfico, no violentos? La inmensa mayoría. Ese es un ejemplo. Los países deben tomar conciencia de que la mano dura, la represión, no va a solucionar el problema. Barack Obama lo entendió y por eso apoyó cuando en la OEA emitimos una resolución buscando un consenso internacional sobre las drogas y llegamos hasta la Asamblea General de Naciones Unidas en 2016. Allá nos chocamos con la oposición férrea de China, algunos países asiáticos, árabes y Rusia. De pronto a Vladimir Putin no le interesa, pero hoy las mafias rusas son poderosísimas, y allá continúan con la represión a las drogas a toda costa.
¿La oposición a la regulación de las drogas puede venir de que esos poderes están cooptados por organizaciones criminales?
Sí. Hay intereses muy poderosos que prefieren que las cosas sigan como están, porque produce más plata. ¿Por qué están matando aquí a los líderes que promueven la sustitución voluntaria? Porque la sustitución iba por buen camino, la resiembra, comprobada por la ONU, era prácticamente cero y los criminales se dieron cuenta de que eso iba a acabar con su materia prima, entonces comenzaron a matar a los líderes campesinos. Hay intereses muy poderosos que se oponen a un cambio del statu quo.
En un país como Colombia, con tantas regiones a donde no llega el Estado, ¿cómo sería una legalización ?
Esa teoría es muy relativa. Por supuesto, cuando no hay Estado lo reemplazan otros poderes: las pistolas y los fusiles. Pero usted va a ciudades con Estados fuertes y allá también las mafias se mueven como pez en el agua. ¿Qué les da la munición para sobrevivir? La plata. ¿Y qué genera la plata? El narcotráfico. Este es un mensaje de fondo: si se les quita a las mafias el control sobre el tráfico, regulándolo y legalizándolo, se les quita la plata. Mientras se continúe con la prohibición, la plata se va a generar y en lugar de llegar al Estado va a alimentar ese círculo vicioso del crimen organizado.
¿Si se regulan las drogas podría, por ejemplo, abrirse la puerta a que esas organizaciones pasen a otra actividad delictiva?
Ahí está el desafío. Si usted les quita la plata de la droga, me imagino que se van a concentrar en otra actividad. Por eso se debe aplicar un enfoque transectorial. No es solamente el tráfico de drogas, sino entender muy bien la relación con el tráfico de otros productos ilegales y cómo operan las grandes mafias. Esta pandemia por el coronavirus puede tener dos efectos: si los países son creativos, podrían tener un avance en penetrar esas mafias, porque están obligando a los narcotraficantes a usar diferentes rutas y formas de comunicación. Si se quedan dormidos, las mafias pueden adquirir un poder inmenso porque van a sofisticarse mucho más.
¿Por qué les preocupa la “deep web”y la sofisticación del mercado de drogas?
Porque hace más difícil la lucha contra el crimen organizado. En la medida en que ellos se sofistiquen y usen toda la tecnología disponible para sus negocios, si los Estados no se ponen al corriente, el poder relativo de las mafias contra el Estado crece.
¿Cómo blindar un plan que termine la guerra contra las drogas y que no llegue otro gobierno a combatirlas?
Por eso, parte de los puntos que la Comisión promueve es un cambio en gobernanza internacional. Es decir, los tratados. Decimos en el informe: la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito debería llamarse Oficina de Naciones Unidas de las drogas y la salud. Es decir, fusionar la Organización Mundial de la Salud con la lucha contra las drogas, porque en el fondo es un tema de salud pública. También hay que hacer un esfuerzo a nivel local, que es muy difícil. Cuando comencé con estas tesis, siendo presidente, me atacaban y me decían: “Lo que usted quiere es envenenar a los niños”. Llegaba a una reunión y las mamás me decían “miserable”. Yo les preguntaba: “Si a su hijo lo agarran con droga, ¿usted quiere que vaya a la cárcel o a una institución médica donde lo ayuden?”. Todas respondían: “A una institución”. Y les explicaba que de eso se trata la legalización. Es muy populista hacerse el macho, por eso digo que es más fácil hacer la guerra que la paz. A mí me eligieron con la mayor votación en la historia de Colombia por eso: porque era un héroe de guerra. Cuando fui a hacer la paz, mire con lo que me encontré.
¿Por qué ven como un problema el militarizar la lucha contra el narcotráfico?
La Comisión siempre ha asumido una posición de defensa de los derechos humanos y, por principio, los militares no deben asumir responsabilidades de policía. Militarizar las ciudades para controlar el orden público no funciona porque los soldados no están entrenados para eso. Los policías sí. Ahora, militarizar una lucha contra una droga, que no debería ser ilegal, se presta para una violación enorme de derechos. Eso es lo que está pasando en Filipinas: un genocidio contra consumidores y pequeños traficantes. Allá los agarran y los matan. Eso no va a solucionar nada, solo genera dolor y violencia.
Si no es la militarización, ¿entonces cómo combatir cuando en el contexto de un conflicto también hay un factor de drogas, lo que llaman “narcoterrorismo”?
El “narcoterrorismo” fue una expresión utilizada muy hábilmente, pero sobredimensionada. Las mafias generalmente no son terroristas, operan de otra forma. El “narcoterrorismo” se lo inventó en Colombia un embajador norteamericano en los noventa, que era experto en comunicación de guerra. Por supuesto, está Pablo Escobar que usó el terrorismo en un momento en el que estaba muy desesperado. Ahora, la herramienta más importante para combatirlas es la inteligencia, y si hay colaboración entre países es mucho más efectiva que mandar militares a los pueblos. Mire lo que ha pasado en los últimos dos años. Cuando le entregamos el poder a Duque, en 2018, ya habíamos erradicado 46.000 mil hectáreas. Él terminó de erradicar las 80.000 previstas y cerró el año pasado diciendo que erradicaron 100.000, para un total de 180.000 hectáreas erradicadas en los últimos dos años. Pero se supone que en 2018 había 170.000 hectáreas de coca en el país, según Naciones Unidas. Hoy no debería haber coca en Colombia. Pero no es así: hoy hay más que hace un año. Lo que sí está comenzando a funcionar es que tanto mafias como el Gobierno se han encargado de frenar la sustitución voluntaria de cultivos.
Mucho de lo que plantea el informe está en ese punto del Acuerdo de Paz, el de la solución al problema de las drogas ilícitas, ¿cómo ve la implementación?
Yo lo que creo es que esa es la única solución. La única. Porque lo hemos ensayado todo. No me gusta hablar en primera persona, pero cuando fui ministro de Defensa, fui quien más hectáreas de coca fumigó en la historia, y la producción solo subió. Hemos agarrado a todos los capos habidos y por haber y ahí están las mafias operando. En cultivos de coca lo único que funciona, y eso lo sabe la ONU, es darles a los campesinos una alternativa, porque ellos, en su mayoría, quieren salir de ahí. Primero, porque no se están enriqueciendo, están sobreviviendo, y segundo, porque es un ambiente hostil y violento.
La Comisión lleva una década hablando de esto, ¿qué hace falta para que la propuesta aterrice realmente?
Que los Estados reconozcan que la política de drogas, punitiva y de represión, no va a tener ningún éxito. Llevamos 45 años y ahí están los resultados. Se debe entender que es con el enfoque de salud pública y de regulación que podremos manejar el problema. El consumo de drogas no se va a acabar, hay es que aprender a manejarlo sin las secuelas tan violentas, nefastas y contraproducentes de la prohibición.
¿Ese cambio de rumbo es posible sin Estados Unidos?
Obama comenzó a darle la bendición a ese procedimiento. Eso nos llevó a la Asamblea General de la ONU, en 2016. Allí se lograron introducir algunos conceptos: el de salud, por primera vez, y el de respeto de los derechos humanos. Aunque nos encontramos con una muralla muy fuerte, hay que seguir en ese camino, porque es la única solución y por eso la Comisión va a seguir perseverando.
Así ahora no tengan a Obama, sino a Donald Trump…
Sí, pero la política antidrogas de Trump ha sido un absoluto y total fracaso. Mire la crisis de los opioides. Estamos buscando es que la política antidrogas sea coherente. Cómo es posible que el mayor consumidor de drogas del mundo (EE. UU.) les exija a los países al sur de su frontera que luchen con más efectividad contra el narcotráfico, cuando ese país se retira del tratado para controlar el tráfico de armas. Esa incoherencia hace de la lucha contra las drogas un chiste. Por un lado, les vende las armas a los narcotraficantes y, por otro, le exige al Estado que sea efectivo en vencerlos. Hágame el favor. Este es un tema que a nosotros nos concierne mucho, porque Colombia es la prueba del fracaso de la lucha contra las drogas. El costo que hemos asumido, la sangre que hemos vertido nos ha costado más que a cualquier otro país y seguimos como el primer productor y exportador de cocaína.
¿Qué le faltó por hacer como presidente para cambiar la lucha contra las drogas?
Tengo que reconocer que fracasamos en avanzar mucho más en la Asamblea General de Naciones Unidas. Debimos hacer más lobby y diplomacia. En Colombia, avanzamos hacia la descriminalización del consumo de marihuana, pero habríamos podido avanzar mucho más. Si lo hubiéramos hecho, la marihuana podría reemplazar lo que estamos perdiendo hoy en petróleo y carbón. Pero creo que también nos faltó sofisticar la inteligencia contra las mafias con la colaboración de otros países. Sin embargo, los cambios de gobierno en otros lugares entorpecieron un trabajo que pudo ser más efectivo.